Juan Antonio Molina / nuevatribuna.es
Los
económetras, arúspices, gurús, santones, especuladores y usureros, proclaman el
meme de una próxima crisis económica, que según los últimos tiempos críticos
que hemos sufrido, volverá a hacer a los ricos más ricos y a los pobres más
pobres. El capitalismo radical, y lo es todo el existente desde la demolición
del muro de Berlín, necesita, en períodos cada vez menos espaciados, una crisis
metafísica que aporte racionalidad a la irracionalidad de la explotación.
Aunque más bien podríamos calificarlas de crisis patafísicas, ese
descubrimiento de Faustroll, que nos mostró Alfred Jarry y cuya ciencia se
fundamenta en el estudio de las soluciones imaginarias y las leyes que regulan
lo excepcional. No otra cosa que patafísica fue la consigna que uno de los
padres del neoliberalismo, Milton Friedman, cuando afirmó que había que
conseguir que lo políticamente imposible fuera políticamente inevitable.
En la última crisis la metafísica que al final imperó no fue que el sistema financiero expelía una toxicidad que no era sino el timo elevado a la categoría de producto financiero, que la bolsa funcionaba mediante la fantasmagoría de la especulación, que la ventaja competitiva de las grandes empresas no se buscaba en la excelencia o la innovación sino en la explotación intensiva de la mano de obra, la conclusión de la causa de todos los males se sustanció en la más inverosímil de las teorías: los trabajadores ganaban mucho y los gobiernos gastaban demasiado. Después de este diagnóstico la solución era clara: degradar los salarios y las condiciones de trabajo por debajo de la subsistencia y constreñir al máximo las políticas sociales. Llegó a ser un excelente negocio quebrar a una entidad bancaria, después de haberla esquilmado en beneficio privado, ya que entonces para salvar al banco los gobiernos acometían lo que los capitalistas dicen que no funciona y que es un desastre, la nacionalización. Se saneaba con dinero público, con gestión pública y después de devolvía a manos privadas, que “es lo que funciona.” En su momento, el caos lo desataron los llamados bancos ‘too big to fail’ (demasiado grandes para quebrar), que se terminaron beneficiando de los rescates públicos. Se recompensaban de esta manera las decisiones fallidas de una serie de banqueros, cuanto menos, irresponsables. Henry Ford, fundador de la ‘Ford Motor Company’ advertía lo bueno que resultaba que la mayoría de los estadounidenses ignorase el funcionamiento de la banca, indicando “Porque si no fuera así, habría una revolución antes del amanecer”.
Socialismo de Estado para los capitalistas y laissez passer para las clases populares. Cuando las grandes empresas obtienen enjundiosos beneficios, pagan pocos impuestos y las transferencias de las rentas del trabajo a las rentas del capital son escandalosas en el contexto de un sistema donde el crecimiento crea ricos pero no riqueza, una nueva crisis patafísica es necesaria para justificar como políticamente inevitable tanta desigualdad, injusticia social y degradación del mundo del trabajo y penalización generalizada de las mayorías sociales.
Pronto comenzaremos a escuchar que el crecimiento de la deuda privada es insoportable, que la liquidez es excesiva y toda esa jerga para la construcción de una patafísica que acabe concluyendo, como afirmó Reagan, que el problema, en el fondo, consiste en que los ricos no son suficientemente ricos y los pobres no son suficientemente pobres.
En la última crisis la metafísica que al final imperó no fue que el sistema financiero expelía una toxicidad que no era sino el timo elevado a la categoría de producto financiero, que la bolsa funcionaba mediante la fantasmagoría de la especulación, que la ventaja competitiva de las grandes empresas no se buscaba en la excelencia o la innovación sino en la explotación intensiva de la mano de obra, la conclusión de la causa de todos los males se sustanció en la más inverosímil de las teorías: los trabajadores ganaban mucho y los gobiernos gastaban demasiado. Después de este diagnóstico la solución era clara: degradar los salarios y las condiciones de trabajo por debajo de la subsistencia y constreñir al máximo las políticas sociales. Llegó a ser un excelente negocio quebrar a una entidad bancaria, después de haberla esquilmado en beneficio privado, ya que entonces para salvar al banco los gobiernos acometían lo que los capitalistas dicen que no funciona y que es un desastre, la nacionalización. Se saneaba con dinero público, con gestión pública y después de devolvía a manos privadas, que “es lo que funciona.” En su momento, el caos lo desataron los llamados bancos ‘too big to fail’ (demasiado grandes para quebrar), que se terminaron beneficiando de los rescates públicos. Se recompensaban de esta manera las decisiones fallidas de una serie de banqueros, cuanto menos, irresponsables. Henry Ford, fundador de la ‘Ford Motor Company’ advertía lo bueno que resultaba que la mayoría de los estadounidenses ignorase el funcionamiento de la banca, indicando “Porque si no fuera así, habría una revolución antes del amanecer”.
Socialismo de Estado para los capitalistas y laissez passer para las clases populares. Cuando las grandes empresas obtienen enjundiosos beneficios, pagan pocos impuestos y las transferencias de las rentas del trabajo a las rentas del capital son escandalosas en el contexto de un sistema donde el crecimiento crea ricos pero no riqueza, una nueva crisis patafísica es necesaria para justificar como políticamente inevitable tanta desigualdad, injusticia social y degradación del mundo del trabajo y penalización generalizada de las mayorías sociales.
Pronto comenzaremos a escuchar que el crecimiento de la deuda privada es insoportable, que la liquidez es excesiva y toda esa jerga para la construcción de una patafísica que acabe concluyendo, como afirmó Reagan, que el problema, en el fondo, consiste en que los ricos no son suficientemente ricos y los pobres no son suficientemente pobres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario