Angel Viñas / angelvinas.es
"Hasta hace unos años no tenía muy claro respecto a si la etapa republicana debía constituir una unidad singular, separada de la Monarquía y de la guerra civil. Hoy también lo dudo. He llegado a la conclusión de que el período republicano pertenece más bien a la época de la degeneración y delicuescencia monárquicas que a una unidad de tan solo cinco años de duración"
En el post anterior hice una especie de recorrido por algunos de los actos colectivos que se han acumulado en este octogésimo aniversario del final de la guerra civil, que no de la campaña. He dejado para estos primeros días de abril la referencia a una obra colectiva que, confío, hará época. Su gestación ha llevado años. Su puesta a punto también. Sigue una tradición consolidada. También aparecieron obras colectivas con ocasión de los 50, 60 y 70 aniversarios y, en general, de su comienzo. Recuerdo que en la primera nos reunimos varios historiadores bajo la batuta del añorado Manuel Tuñón de Lara. Resumimos lo que se sabía de la contienda en las dimensiones fundamentales que hasta entonces se habían explorado después de la muerte de Franco. Se tradujo inmediatamente al alemán. Una auténtica proeza, gracias a la labor del profesor Walther R. Bernecker.
En 2006 se celebró un magno congreso internacional en Madrid, preparado bajo la supervisión de Santos Juliá y cuyas actas solo se publicaron en internet. Incluso del lado de los historiadores conservadores (por no decir pro-franquistas) se hizo un congreso paralelo en el que brilló la luz deslumbrante de su decano en edad, gobierno y fidelidad a los insondables principios franquistas, el profesor Ricardo de la Cierva. Hay más obras que reflejan tales efemérides.
"Hasta hace unos años no tenía muy claro respecto a si la etapa republicana debía constituir una unidad singular, separada de la Monarquía y de la guerra civil. Hoy también lo dudo. He llegado a la conclusión de que el período republicano pertenece más bien a la época de la degeneración y delicuescencia monárquicas que a una unidad de tan solo cinco años de duración"
En el post anterior hice una especie de recorrido por algunos de los actos colectivos que se han acumulado en este octogésimo aniversario del final de la guerra civil, que no de la campaña. He dejado para estos primeros días de abril la referencia a una obra colectiva que, confío, hará época. Su gestación ha llevado años. Su puesta a punto también. Sigue una tradición consolidada. También aparecieron obras colectivas con ocasión de los 50, 60 y 70 aniversarios y, en general, de su comienzo. Recuerdo que en la primera nos reunimos varios historiadores bajo la batuta del añorado Manuel Tuñón de Lara. Resumimos lo que se sabía de la contienda en las dimensiones fundamentales que hasta entonces se habían explorado después de la muerte de Franco. Se tradujo inmediatamente al alemán. Una auténtica proeza, gracias a la labor del profesor Walther R. Bernecker.
En 2006 se celebró un magno congreso internacional en Madrid, preparado bajo la supervisión de Santos Juliá y cuyas actas solo se publicaron en internet. Incluso del lado de los historiadores conservadores (por no decir pro-franquistas) se hizo un congreso paralelo en el que brilló la luz deslumbrante de su decano en edad, gobierno y fidelidad a los insondables principios franquistas, el profesor Ricardo de la Cierva. Hay más obras que reflejan tales efemérides.
El libro que ahora nos ocupa es masivo, pero brillante y escasamente pro-franquista, porque ¿qué tienen que ofrecer los historiadores de esta cuerda en la actualidad en todo lo que se refiere a temas fundamentales relacionados con la guerra civil? Maryse Bertrand de Muñoz ha calculado que, hacia 2005, se habían publicado en torno a los 40.000 títulos. Hoy, en la presente obra, se estiman a finales de 2018 en unos 50.000.
Este
monumental libro ha sido coordinado por los profesores Alberto Reig Tapia y
Josep Sánchez Cervelló, que también han escrito sendos capítulos. Tiene su
origen en un congreso celebrado en noviembre de 2016 en la Universidad Rovira i
Virgili de Tarragona. En él se expusieron, entre otros actos, numerosas
ponencias que, en una cuidada selección, posteriormente fueron sometidas a un
proceso de actualización. La idea fue que pudieran servir de orientación no
solo a los no especialistas en cada tema sino, con carácter general, a quienes
siguen estando interesados en conocer el estado de la cuestión en materia de un
conflicto tan preñado de consecuencias para la historia y el presente
españoles. El subtítulo refleja los dos enfoques que han predominado en su
elaboración: una guerra internacional y una fractura cultural, desarrollados en
siete partes y un epílogo.
La
primera reúne, bajo el epígrafe de “Holocausto, genocidio y masacre”,
contribuciones de Sir Paul Preston, José Luis Ledesma y Francisco Moreno. La
segunda parte contrapone los mitos que rodean a las dos grandes figuras de la
guerra civil, Negrín y Franco, de la mano de Enrique Moradiellos y de servidor.
Aspectos adicionales de la vertiente internacional de la guerra los abordan, en
la tercera parte, especialistas extranjeros y españoles (entre estos últimos
Juan Carlos Pereira, Josep Puigsech Farràs y Xavier Moreno Juliá) con un
excurso en el exilio mexicano a cargo de Carlos Imaz. La cuarta parte explora
tres grandes batallas (Madrid, el Ebro y
Cataluña) con Mirta Núñez Díaz-Balart, Josep Sánchez Cervelló y José Luis
Martín Ramos. La quinta parte versa ya sobre el enfoque cultural: la literatura
como fuente para la historia (Alberto Reig), los intelectuales y la guerra
civil (Paul Aubert), la épica y la lírica de la misma (Maryse Bertrand de
Muñoz) y cinco memorias (también Alberto Reig).
Los nacionalismos periféricos los estudian José Luis de la Granja (el
caso vasco), Josep Sánchez Cervelló (el
catalán) y Justo Beramendi (el gallego). La séptima y última parte se dedica
íntegramente a la mujer, algo novedoso en este tipo de obras, con sendos
trabajos sobre milicianas y Mujeres Libres.
El
libro, en su conjunto, representa un guante lanzado en desafío a muchas de las versiones alicortas y
desaliñadas que en los últimos años han ocupado abundante espacio en los medios
de comunicación escritos y, sobre todo, en el inabarcable del internet.
La
conclusión final es desgarradora: la guerra civil no resolvió los problemas
reales del país y supuso un retroceso inaudito en todos los órdenes. En primer
lugar, por su inmenso coste en vidas y padecimientos. En segundo lugar, por el
que se produjo en numerosas otras
dimensiones, apenas si “compensados” por el crecimiento económico y la
diversificación social de diez de los últimos años del franquismo, no tan
tranquilos como suelen hoy presentarse.
No
es exagerado afirmar que la España de nuestros días es hija de la guerra civil
y de su secuela dictatorial. Ambas constituyen una unidad histórica. No la
forman, en mi opinión, la República y la guerra civil, como señalan tantos
manuales escolares, anclados en concepciones un tanto periclitadas. Pero no es
de extrañar. En Estados Unidos hubo una época (a principios del pasado siglo y
más tarde entre los años treinta y cuarenta) en que se puso de moda reverdecer
las discusiones que acompañaron su propia guerra civil y sus motivaciones. La idea
estribaba en negar el papel sustancial, genético, de la esclavitud. Todavía hoy
existen discusiones enconadas acerca de su significado profundo. En una
reciente obra, David Armitage (Las guerras civiles, Alianza) ha demostrado
elocuentemente cómo tal tipo de querellas que remontan a la antigüedad griega,
y más propiamente romana, han sido una constante en el pensamiento político y
filosófico a lo largo del tiempo, con resultados entre sí muy diferentes.
En
el caso español yo he sido ambivalente, y lo he expresado en este blog en
alguna ocasión, respecto a la utilización de la fórmula habitual o de la más
moderna, en la medida en que ha sido importada de la historiografía francesa o
italiana, de guerra de España. Los editores de este libro, amigos y compañeros
sin par, la han escogido. A mí, hace unos años, no me pareció mal. Hoy, después
de haber investigado en el tema que es objeto de publicación en mi libro,
¿Quién quiso la guerra civil?, confieso que me inclino decididamente por esta
acepción tradicional. No porque sobre mi gravite el peso de la historia y de la
tradición intelectual que tan brillantemente ha resumido Armitage sino porque
refleja, en mi opinión con exactitud, la lógica a que se atuvieron aquellos
hechos sin los cuales es imposible comprender correctamente el pasado. Hasta
hace unos años no tenía muy claro respecto a si la etapa republicana debía
constituir una unidad singular, separada de la Monarquía y de la guerra civil.
Hoy también lo dudo. He llegado a la conclusión de que el período republicano
pertenece más bien a la época de la degeneración y delicuescencia monárquicas
que a una unidad de tan solo cinco años de duración. No cambia el que la guerra
fue en realidad la fuente bautismal de la dictadura y esta no es en modo alguno
comprensible sin aquella.
Por
supuesto, otros historiadores tendrán otra opinión. La respeto, pero el
fenómeno -hoy evidente- de que los dictadores fascistas prestaron
inmediatamente su ayuda a Franco y que con ello indujeron el proceso de
internacionalización del conflicto, aunado a la no del todo imprevista
retracción de las democracias en apoyar al Gobierno legítimo, no me parecen
suficientes motivos para justificar tal denominación. Es preciso entrar en los
propósitos y finalidades de quienes quisieron resolver una serie de problemas
relacionados con el declive monárquico desatando un conflicto gracias a la
ayuda prevista por quién podía apoyarles decisivamente en trasladarlo a hechos.
Nada
de ello enturbia la importancia de la presente obra. Aparece ahora en el mes de
abril, quizá antes de la Sant Jordi, y es de esperar que tenga una acogida muy
favorable. Ójala se convierta en una auténtica referencia.
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