(...) Garcés.– Sea cual sea el curso de los sucesos, lo más claro hasta ahora es el hundimiento de la República. Sucumbió en las últimas semanas de julio, cuando no pudo reducir en pocos días la rebelión, y para salvarse y salvarnos de la tiranía militar, abrió las compuertas, o soportó que fuesen derribadas, al ímpetu desordenado del pueblo, reconociendo con eso mismo su impotencia. La corriente inspiradora de la República ha quedado desviada o enturbiada. Ahora me doy cuenta de que muy pocos bebían en ella, si no era por frivolidad o conveniencia de adaptarse. Todavía la recuerdan o la invocan algunos, cada vez menos, y aunque oficialmente no se ha renegado de ella, solamente un tonto dejará de advertir en esa reserva la capa de la astucia. Lo harán en el momento oportuno. No me refiero, como creerán muchos, al llamado "desbordamiento" político o social. La tolerancia religiosa introducida por fuerza de ley en un país de intolerantes, la libertad de conciencia y de cultos, se han anegado en la matanza de curas, en la quema de iglesias, en convertir en almacenes las catedrales, de una parte; y de otra, en fusilar masones, protestantes y ateos. Así en los restantes temas adoptados por la República en su acción inmediata. Pero no me refiero a ello. Pienso en la zona templada del espíritu, donde no se aclimatan la mística ni el fanatismo políticos, de donde está excluída toda aspiración a lo absoluto. En esta zona, donde la razón y la experiencia incuban la sabiduría, había yo asentado para mí la República"
- La velada en Benicarló, 1937. Edición 1939. (Obras Completas, C.E.P.C. / Taurus 2008)
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