20 abr 2019

Napoleón en Notre Dame

 A esa tenebrosa metafísica que trata de fundar sobre su base
 la legislación de los pueblos, en vez de apropiar las leyes al conocimiento 
del corazón humano y a las lecciones de la historia, conviene atribuir todas las calamidades de nuestra hermosa Francia
Napoleón

  Napoleón suscribía un concordato con el Vaticano en 1801. Ello no le impediría –refiere Evgueni Tarle– considerar a Pio VII un charlatán que sabía rentabilizar la ingenuidad humana: “Es preferible entenderse con ese viejo bribón de conde Chiaramonti que se hace llamar Pio VII, y que la gente, es de natural lo bastante estúpida para considerarlo representante de Dios en la tierra”.

  En Notre Dame, Bonaparte se corona emperador. "No seré yo quien se desplace a Roma para convertirme en emperador, sino el papa quien acuda a Paris”. En la fastuosa ceremonia, cuando todos esperan que se arrodille frente a Pio VII, Napoleón coge la corona de manos del pontífice y pasa a coronarse a sí mismo para, acto seguido, hacer lo propio con Josefina. El papa se limitaría a bendecirlos.

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