"En
mi opinión la intolerancia española procede del pesimismo moral de los
españoles respecto a ellos mismos. La desconfianza moral es correlativa a una
inseguridad casi absoluta. A veces el español se descuida y le quitan la novia
o le traicionan en los negocios. La fuerza de esta desconfianza moral lleva,
inexorablemente, al dogmatismo intolerante. Poco a poco, gracias a esta
peculiar educación sentimental, se desconfía de todo aquel que no pertenece a
la capilla, que no está en el grupo cerradísimo de personas que por necesidad
han de confiar los unos en los otros.
De este modo, la vida española es, en mucha parte complicidad y acecho. Confiar en estas condiciones no es confiar, es ser cómplice, y de la desconfianza y la complicidad nace la continua vigilancia y sospecha que, por lo común, caracteriza la vida pública española. España fue el único país de la Europa culta que se quedó durante el siglo XIX sin minoría intelectual directora. Los exiliados fueron en su inmensa mayoría la clase media instruida, los profesionales liberales. Desde entonces, las satisfacciones materiales ofrecen un orden sostenido por la fuerza, al que no acompaña grandeza alguna.
De este modo, la vida española es, en mucha parte complicidad y acecho. Confiar en estas condiciones no es confiar, es ser cómplice, y de la desconfianza y la complicidad nace la continua vigilancia y sospecha que, por lo común, caracteriza la vida pública española. España fue el único país de la Europa culta que se quedó durante el siglo XIX sin minoría intelectual directora. Los exiliados fueron en su inmensa mayoría la clase media instruida, los profesionales liberales. Desde entonces, las satisfacciones materiales ofrecen un orden sostenido por la fuerza, al que no acompaña grandeza alguna.
- Enrique Tierno Galván. Revista “Ibérica por la libertad” (1965)
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