8 oct 2020

Napoleón en Somosierra

Placa a la caballería polaca en la Ermita de la Soledad
  30 de noviembre de 1808; la Grande Armée avanza imparable hacia Madrid. En Somosierra las defensas españolas han tenido tiempo de instalar sus líneas de artillería. Con el enemigo a tiro descargan su fuego a placer. La vanguardia de la gran infantería francesa se convierte en carne de cañón; imposible seguir avanzando. ¿Qué hacer?

 Napoleón observa el puerto y decide lanzar a sus jinetes polacos a los anfiteatros de la Sierra. ¿Alcanzar a caballo sus altos para, desde allí, superar las líneas de artilleria y lanzarse sobre el enemigo? ¡Es imposible!  
“No conozco esa palabra” dice el emperador.
 
 Varios escuadrones de la mejor caballería del mundo asaltan el macizo; la artillería ruge de nuevo; es una matanza; escena de tragedia griega. Y sin embargo, los primeros jinetes polacos logran, en efecto, hacer cumbre. Sables al aire, estos hombres se lanzan sobre unas líneas de artillería que, espantadas, abandonan su posición y se dan a la fuga.

 Oprobio y deshonor con los primeros rumores que llegan a la Capital. “La desbandada de las tropas españolas no fue un acto de cobardía; alguien interpretó que estaban siendo traicionadas” esgrimen algunas voces. Endeble argumento. El propio general al mando, Benito San Juan, no tardaría en ser asesinado como consecuencia de un motín que muy probablemente buscaba eludir la responsabilidad de sus oficiales. El 4 de diciembre Napoleón entraba en Madrid reafirmando a José Bonaparte como nuevo rey constitucional de las Españas.