7 oct 2020

La Odisea

  "Navegábamos ya por el paso exhalando gemidos con Escila a este lado, al de allá la divina Caribdis. Espantosa tragábase ésta las aguas salobres y al echarlas de sí borbollaban en gran torbellino como en una caldera que hierve a buen fuego; la espuma salpicaba a lo alto y caía en los dos farallones. Cuando luego sorbía la resaca las aguas marinas, las veíamos bullir allá dentro y en torno mugía fieramente el peñón; divisábase al fondo una tierra con arenas oscuras; el lívido horror se adueñaba de los míos. Mirábamos sólo a Caribdis temiendo la ruina y Escila, entretanto, raptónos seis hombres que arrancó del bajel, los mejores en fuerza y en brazos.

 Yo, volviendo la vista a la rápida nave y mi gente, alcancé a contemplar por encima de mí el remolino de sus manos y pies que colgaban al aire. Mi nombre pronunciaban por última vez dando gritos de angustia. Cual se ve al pescador sobre un cabo empuñar larga caña y arrojar en el mar, con un cuerno de vaca campera, el engaño del cebo a los míseros peces que luego palpitantes extrae de las aguas, así entonces eran por la escarpa sacados mis hombres convulsos de muerte. Devorólos Escila en las bocas del antro y chillando me alargaban los brazos aún en su horrible agonía…"

  • Homero / La Odisea