
Piensa por ejemplo, en los tiempos de Vespasiano. Verás siempre las mismas cosas: personas que se casan, crean hijos, enferman, mueren, hacen la guerra, celebran fiestas, comercian, cultivan la tierra, adulan, son orgullosos, recelan, conspiran, desean que algunos mueran, murmuran contra la situación presente, aman, atesoran, ambicionan los consulados, los poderes reales. Pues bien, la ida de aquellos ya no existe en ninguna parte. Pasa de nuevo ahora a los tiempos de Trajano: nos encontraremos con idéntica situación; también aquel vivir ha fenecido. Pronto está nuestro olvido, próximo también el olvido de todo respecto a ti.
¿Contra quién te enojas? ¿Contra la ruindad de los hombres? Dirige tu mirada a la prontitud con que se olvida todo y al abismo del tiempo infinito por ambos lados, a la vaciedad del eco, a la versatilidad e irreflexión de los que dan la impresión de elogiarte, a la angostura del lugar en que se circunscribe la gloria. Porque la tierra entera es un punto y de ella, ¿cuánto ocupa el rinconcillo que habitamos? Todas esas cosas que estás viendo, pronto se transformarán y ya no existirán. Recuerda que dentro de brevísimo tiempo, tú y ése habréis muerto, y poco después, ningún hombre perdurará. El hombre que se desvive por la gloria póstuma, no se imagina que cada uno de los que se han acordado de él, morirá también muy pronto; luego, a su vez, morirá el que lo ha sucedido, hasta extinguirse todo su recuerdo. Observa cuáles son sus guías rectoras, en qué se afana, por qué razón estima. Acostúmbrate a mirar su pequeña alma desnuda"
- Marco Aurelio / Meditaciones