21 mar 2020

Manuel Azaña; un soñador sin ventura (5/5)

 "Dolores Rivas Cherif escribe Fernando Morán–, era católica y practicaba. Azaña respetó siempre las creencias y práctica de su mujer, incluso en ocasiones la acompañaba a –sino en– la iglesia (…) Es sabido que es tradición [en España] aducir que los librepensadores y los agnósticos en el lecho de muerte recurren a la religión de la infancia. Así se pretendió con Azaña, por su esporádico trato con el obispo de Montauban.  

 Azaña había recibido a una religiosa, sor Ignacia, que se preocupaba por la suerte de los judíos en la zona llamada libre, o mejor no ocupada. Todavía no había promulgado Vichy la legislación antijudía. Azaña, entre caída y recaída en la enfermedad vascular, visita al obispo de Montauban y le solicita su mediación ante el Vaticano y eventualmente el régimen de Madrid para su cuñado Cipriano Rivas Cherif y los otros raptados en Pyla-sur-mer. Cuando llega la última hora del expresidente, su esposa solicita del obispo que le administrase la extremaunción. Lo mismo había hecho cuando agonizaba su padre, también agnóstico. La relación entre Azaña y su esposa, la lealtad mutua, el cariño, el respeto a las creencias fueron ejemplares”