
San Agustín (354/430) comprendería pronto que el origen de la navidad debía ser otro muy distinto al celebrado hasta entonces, de manera que no dudó en exhortar a los católicos a que a partir de ahora, no festejasen el Natalis Solis Invicti dedicado “al Sol”, sino “al Creador del Sol”. Estamos en el siglo IV. No es casualidad que el natalicio de los grandes dioses se situara en pleno solsticio: Osiris, Horus, Apolo, Mitra o Dionisos/Baco son algunos de ellos. También el natalicio de Jesús-Cristo se concretó en la noche del 24 al 25 de diciembre, fecha en la que, a finales del siglo IV, se fijaba el solsticio de invierno.
La antropomorfización del Sol en un dios joven se reitera con todos los dioses antes aludidos y una docena más de ellos. La imagen del dios Sol, en forma de niño recién nacido, era expuesta y paseada para adoración pública de las masas. Las Dionisiacas griegas en honor al nacimiento del Sol dieron paso a las Saturnales romanas. Estas últimas daban comienzo el 17 de diciembre para culminar la noche del 23. Tras la ceremonia religiosa se daban grandes festejos y todo tipo de excesos. Aboliendo las clases sociales, los señores romanos jugaban por un día “a servir” en los banquetes a sus esclavos, quienes a su vez podían burlarse impunemente de aquellos (origen de la festividad de los Santos Inocentes). Desde los albores de la humanidad, la orgía hedonista de diciembre fue consumada por caldeos, cananeos, persas, sirios, fenicios, griegos, romanos, hindúes, orientales, precolombinos o aztecas.
El natalicio actual de Jesús no se fijaría hasta el siglo IV. Hasta entonces, esta fecha se establece por distintas fuentes entre finales de marzo y principios de abril. El mismo Lucas (Lc 2, 8-14) llegará a referirse a la bonanza de la estación primaveral, reseñando que durante el nacimiento de Jesús, coincidían en la zona los pastores que esos días "pernoctaban al raso" con su ganado. Algo imposible de ser considerado en invierno en aquel tiempo.
La Iglesia, que buscaría sin éxito sustituir la fiesta del Sol invicto por la del nacimiento de Cristo, terminaría por comprender que si no era posible derrotar al enemigo, resultaba preferible unirse a él. Entre los años 354 y 360, el Papa Liberio decidía finalmente tomar por fecha inmutable del nacimiento de Jesús-Cristo el 25 de diciembre. La sempiterna celebración pagana dedicada al nacimiento del Sol, debía alcanzar una nueva dimensión.
Bibliografía:
Pepe Rodríguez: Mentiras fundamentales de la Iglesia; Mitos de la Navidad.
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