11 abr 2021

La partición de la herencia imperial

  Fernando, hermano de Carlos V, conservó siempre los derechos hereditarios austriacos que éste le confirmara apenas proclamado emperador en Aquisgrán (1521). Más de tres décadas después, el signo adverso de la empresa imperial y las cuitas privadas del clan determinan la herencia. En 1554 la idea de Carlos de transmitir una corona imperial fuerte es ya una quimera. Reunida toda la dinastía en la ciudad de Augsburgo, sus miembros “prolongarían el debate [sobre la partición hereditaria] durante seis meses. Preferían antes [el riesgo] al Turco que a Felipe” llegaría a señalar un embajador. 
 
 Felipe II heredaba así de su padre la soberanía borgoñona –complicada defensa vinculada al Franco Condado y un Artois en disputa con Francia–, las coronas de Castilla y Aragón, y unos Países Bajos formalmente integrados en el Sacro Imperio Romano Germánico. Más allá del título de rey consorte de Inglaterra, completan el cuadro el ducado de Milán, las posesiones asiáticas y diversas plazas de la costa norteafricana. ¿Hubiera podido circunscribirse la herencia a Castilla y Aragón, esto es, al dominio del Mediterráneo, Atlántico y Nuevo Mundo? Esta fue, precisamente, la intención inicial del emperador. 
 
 El matrimonio de Felipe con María Tudor era un intento de Carlos, no sólo por anclar el catolicismo a Inglaterra; también por derivar la soberanía de los Países Bajos hacia una renovada órbita anglo-católica que heredarían sus descendientes. En otras palabras, el hijo de Felipe y María Tudor hubiera recibido no sólo Inglaterra, también los Países Bajos. Para el infante don Carlos –hijo del rey con su primera mujer, María de Portugal– habían de quedar las coronas de Castilla y de Aragón, las Españas, o España, si se quiere, católica empresa que en esos tiempos comprende, y así está referido en el testamento imperial, las penínsulas ibérica e italiana. Bloody Mary, sin embargo, no lograría quedarse embarazada. 
 
 Más allá de malograrse todos estos deseos, el patrimonio heredado por Felipe conforma una monarquía católica (universal). Si bien la Universitas Christiana es ya una quimera, el primer Habsburgo español no puede resignar o traicionar unos deberes que son también los de su dinastía. La empresa Habsburgo lleva tres décadas hipotecada. A estas alturas, la deuda contraída por Carlos V se ha multiplicado por siete. Toda la riqueza de Castilla –resultas de Indias incluidas–, seguiría sosteniendo la mayor parte de cargas de la Casa imperial austriaca. 
 
 Felipe repetiría en el futuro el intento de partición de su padre entregando los Países Bajos a su hija. Idéntica poca fortuna: Isabel Clara Eugenia y su marido tampoco lograban descendencia debiendo retornar dicho legado al trono hispánico. Aguardaba más catolicismo...