"Navegábamos
ya por el paso exhalando gemidos con Escila a este lado, al de allá la divina
Caribdis. Espantosa tragábase ésta las aguas salobres y al echarlas de sí
borbollaban en gran torbellino como en una caldera que hierve a buen fuego; la
espuma salpicaba a lo alto y caía en los dos farallones. Cuando
luego sorbía la resaca las aguas marinas, las veíamos bullir allá dentro y en
torno mugía fieramente el peñón; divisábase al fondo una tierra con arenas
oscuras; el lívido horror se adueñaba de los míos. Mirábamos sólo a Caribdis
temiendo la ruina y Escila, entretanto, raptónos seis hombres que arrancó del
bajel, los mejores en fuerza y en brazos.
Yo, volviendo la vista a la rápida nave y mi gente, alcancé a contemplar por encima de mí el remolino de sus manos y pies que colgaban al aire. Mi nombre pronunciaban por última vez dando gritos de angustia. Cual se ve al pescador sobre un cabo empuñar larga caña y arrojar en el mar, con un cuerno de vaca campera, el engaño del cebo a los míseros peces que luego palpitantes extrae de las aguas, así entonces eran por la escarpa sacados mis hombres convulsos de muerte. Devorólos Escila en las bocas del antro y chillando me alargaban los brazos aún en su horrible agonía…"
- Homero / La Odisea