Félix Badia / La Vanguardia
La supervivencia del franquismo dejó al país fuera del plan Marshall y de la reconstrucción democrática de Europa. Los historiadores Paul Preston y Julián Casanova reflexionan sobre los efectos de la exclusión del régimen franquista.
Un grupo de mujeres saludan su derecho a votar en 1933 |
Durante la primera mitad de la guerra mundial, a pesar de mantener formalmente la neutralidad, Franco se había alineado de forma clara con las potencias del Eje, aunque, cuando cambiaron las tornas, se distanció de ellas. Al final del conflicto, los vencedores ni derrocaron al dictador ni ayudaron a la reconstrucción de España: el país quedaba al margen de las grandes dinámicas del continente.
"Alemania e Italia –explica Preston– habían sido enemigos de Estados Unidos, España, en cambio, no. Sin embargo, los primeros recibieron la ayuda del plan Marshall pero no así el franquismo. ¿Por qué? Porque los aliados consideraron que España tenía un régimen fascista, y que mientras en otros países había habido un proceso de desnazificación en el caso español no había sido así”.
Aventurar cómo podría haber evolucionado la historia española en las décadas posteriores a la guerra si las circunstancias hubieran sido otras es entrar de lleno en la historia contrafactual, en el qué hubiera sucedido si, un terreno en el que los historiadores habitualmente no se sienten cómodos porque las variables son infinitas.
"Para haber participado de ese proceso, España debería haber entrado en guerra y habría que ver en qué condiciones. No es lo mismo que lo hubiera hecho como país ocupado por Hitler que si hubiera luchado al lado del Eje”, señala Julián Casanova, catedrático de historia contemporánea en la Universidad de Zaragoza, que ha tratado ampliamente en sus libros la España y la Europa del siglo XX y cuya última obra es La venganza de los siervos. Rusia 1917 (Crítica).
El Plan Marshall fue el buque insignia de la recuperación europea auspiciada por Estados Unidos. Aprobado en 1947, supuso una inyección de 12.000 millones de dólares de la época hasta el año 1951, que servirían para reconstruir la industria y pagar las deudas de la guerra. España quedó fuera de todo ello. La alternativa económica elegida por el franquismo entre la segunda mitad de los 40 e inicios de los 50, la autarquía, no fue la mejor posible.
Preston, uno de los más importantes hispanistas y autor, entre muchos otros libros, de Un pueblo traicionado (Debate), explica que esa estrategia aislacionista y pretendidamente autosuficiente era “la política económica menos indicada para el país, y eso fue así porque había un gran nivel de incompetencia económica”. Y añade que “el resultado es que a finales de los años 50, y a pesar de que ya había ayudas estadounidenses, la economía española estaba por los suelos; mientras las de Italia y Alemania estaban boyantes, en España aún había gasógeno”.
En este sentido, llama poderosamente la atención la diferente velocidad a la que se recuperaron las economías española y europea, a pesar de que la Guerra Civil acabó seis años antes que la mundial. Casanova recuerda que uno de los efectos de la política autárquica es que la renta per capita española de 1935 no se recuperó hasta principios de los años 50. “Está claro que España podría haber avanzado por caminos distintos en las décadas siguientes: si hubiera participado en el plan Marshall se habría recuperado más rápidamente, habría crecido más en los años 50, como el resto de Europa, y tal vez el milagro de la década siguiente habría sido menos explosivo, aunque por supuesto habríamos tenido unos felices años 60”.
Dicho de otra manera, el país perdió, al menos, una década en el terreno económico, diez años de hambre, estraperlo y sufrimiento. “Posiblemente –añade- el gran cambio de la agricultura y la migración de cuatro millones y medio de personas del campo a la ciudad, se hubiera producido también antes”.
Pero para que España hubiera participado en el plan Marshall hubiera sido necesario que se dieran unas circunstancias políticas, que no son otras que Franco no estuviera al frente del país. No hay que olvidar que tras este programa gigante de inversiones había un doble objetivo político, por una parte establecer un contrapeso ante el poder de la Unión Soviética, pero, por el otro, tal como recuerda Preston, la recuperación de las economías de países como Italia y Alemania fue la base de sus sistemas democráticos.
Desde el punto de vista político, Julián Casanova cree que España se hubiera podido subir perfectamente al tren democrático de la Europa de la segunda mitad de los años 40 si hubiera participado en la guerra mundial. En esos años, los países europeos occidentales pusieron los fundamentos de la democracia moderna: “los estados benefactores, las políticas fiscales y la redistribución de la riqueza a través del Estado, el sufragio universal masculino y femenino, los gobiernos responsables ante el Parlamento… Todas estas cosas se desarrollaron de forma amplia a partir de esos años, y España podría haber entrado en ese proceso”.
En su opinión, aun suponiendo que la guerra civil la hubiera ganado Franco, si este hubiera sido depuesto tras la Segunda Guerra Mundial por los aliados, “la memoria de la Segunda República todavía hubiera sido reciente, con el sufragio de las mujeres, con una democracia parlamentaria”. “De hecho, -añade- España estaría mucho más preparada para una democracia plena que otros países que no tenían una experiencia reciente de este tipo, y, desde luego, más que cuando, tras 40 años de franquismo, en la transición, la memoria de la República era ya muy borrosa”.
Casanova admite que “la especulación política, en comparación con la social o económica es relativamente sencilla. Desde 1945, tanto si hubiera estado en el bloque de los vencedores como en el de los vencidos, España hubiera entrado en un camino parlamentario y democrático, donde la pregunta fundamental es qué papel habrían tenido las fuerzas republicanas y socialistas”, afirma. Añade que “la gente que cree que el partido comunista y la URSS hubieran participado mucho en la política española no se da cuenta que en ningún país occidental con fuerzas antifascistas potentes, las formaciones democráticas permitieron a los comunistas gobernar."
De la misma opinión es Paul Preston: “creo que en el remoto caso de que hubiera ganado la República, a pesar de lo que dicen algunos chiflados, España habría sido una democracia. Esa idea de que España se hubiera convertido en un país comunista es equivocada, porque a la Unión Soviética no le interesaba de ninguna manera”. “Además –agrega- si hubieran vencido los republicanos, eso solo habría sido posible con la ayuda de las otras democracias, y evidentemente las élites políticas españolas no se habrían ido al exilio”.
Es inevitable pensar de nuevo en el qué habría sucedido si. Una España sin Guerra Civil y participando en la guerra mundial probablemente había dado continuidad en las décadas siguientes a un régimen democrático que, por su juventud, se encontraba a inicios de los 30 entre los constitucionalmente más avanzados de Europa.
Integrada en la corriente dominante en el contexto internacional se habría desarrollado económica y políticamente mucho antes y con mucho menos sufrimiento. Preston, sin embargo, devuelve la especulación a la realidad: “tal vez la Guerra Civil no era inevitable, pero el golpe militar de 1936, sí”.