5 nov 2019

La Regenta

“El Magistral había sido pastor en los puertos de Tarsa ¡y era él el mismo que ahora mandaba a su manera en Vetusta! En este salto de la imaginación estaba la esencia de aquel placer intenso, infantil y material que gozaba De Pas como un pecado de lascivia.

 ¡Cuántas veces en el púlpito, ceñido al robusto y airoso cuerpo el roquete, cándido y rizado, bajo la señoril muceta, viendo allá abajo, en el rostro de todos los fieles, la admiración y el encanto, había tenido que suspender el vuelo de su elocuencia, porque le ahogaba el placer y le cortaba la voz en la garganta! Mientras el auditorio aguantaba en silencio, respirando apenas, a que la emoción religiosa permitiera al orador continuar, él oía como en éxtasis de autolatria el chisporroteo de los cirios y de las lámparas; aspiraba con voluptuosidad extraña el ambiente embalsamado por el incienso de la capilla mayor y por las emanaciones calientes y aromáticas que subían de las damas que le rodeaban; sentía como murmullo de la brisa en las hojas de un bosque el contenido crujir de la seda, el aleteo de los abanicos; y en aquel silencio de la atención que esperaba, delirante, creía comprender y gustaba una adoración muda que subía a él; y estaba seguro de que en tal momento pensaban los fieles en el orador esbelto, elegante, de voz melodiosa, de correctos ademanes a quien oían y veían, no en el Dios que les hablaba (…)

 El empeño constante del Magistral en la cátedra era demostrar “matemáticamente” la verdad del dogma. ”Prescindamos por un momento del auxilio de la fe, ayudémonos sólo de nuestra razón… Ella basta para probar…”  ¡Gran interés ponía en que la razón bastase! “La razón no explica los misterios; es verdad: pero explica que no se expliquen.” “Esto es mecánico”, repetía, descendiendo gustoso al estilo familiar. En tales momentos, su elocuencia era sincera; cuando traía entre ceja y ceja un argumento, cuando se esforzaba en demostrar por su a+b teológico-racional cualquier artículo de fe, hablaba con calor, con entusiasmo. Entonces, sólo entonces, se descomponía un poco; dejaba los ademanes suaves, acompasados, académicos, y encogía las piernas, se bajaba como un cazador en acecho, para disparar sobre el argumento contrario, daba palmadas rápidas, sin medida sobre el púlpito, se arrugaba su frente, se erizaban las puntas de acero que tenía en los ojos, y la voz se transformaba en trompeta desapacible y algo ronca… Pero ¡ay!, esto era perderse. Su público no entendía aquello…, y De Pas volvía a ser quien era, se erguía, doblaba las puntas de acero y tornaba a descargar citas sobre los abrumados vetustenses, que salían de allí con jaqueca y diciendo: “¡Qué hombre! ¡Qué sabiduría! ¿Cuándo aprenderá esas cosas? ¡Sus días deben de ser de cuarenta y ocho horas!"

  • Leopoldo Alas "Clarín" / La Regenta

2 comentarios:

  1. Saludos, Alex.

    Estos párrafos de La Regenta han traído a mi memoria estos otros de El arrancacorazones, de Boris Vian:

    "-¡Aldeanos! -dijo el cura-. Me pedís lluvia, pero no la tendréis. Habéis venido hoy arrogantes y orgullosos como gallinas Leghorn, rebosantes de confianza en vuestra vida carnal. Habéis venido como mendigos insolentes a exigir lo que no merecéis. ¡A Dios el forraje le importa un bledo!
    -¡Qué me importan vuestros campos! ¡Qué me importan vuestros animales y vuestros hijos! -vociferó- Vivís una vida materialista y sórdida. ¡Ignoráis el lujo!... Y es el lujo lo que yo os ofrezco: os ofrezco a Dios... Pero a Dios no le gusta la lluvia... A Dios no le gusta el forraje. A Dios le interesan muy poco vuestros campos de cultivo y vuestras tristes aventuras. Dios es un cojín de brocado de oro, es un diamante engarzado en el sol, es un suntuoso decorado cincelado en el amor, es Tiffany´s, es Mónaco, las sotanas de seda, los calcetines bordados, los collares y los anillos, lo inútil, lo maravilloso, las custodias eléctricas... ¡No lloverá! ¡Dios no es útil! ¡Dios es un regalo de un día de fiesta, un don gratuito, un lingote de platino, una obra de arte, una apetitosa golosina! Dios está además. No está ni a favor, ni en contra. ¡Es un suplemento! (...) -¡No lloverá!- repetía el cura, a quien se adivinaba tras los postigos, presa de un trance total- ¡Lloverán alas de ángeles! ¡Lloverán plumones de esmeralda, jarrones de alabastro, pinturas admirables... pero nada de agua! ¡A Dios le traen sin cuidado el heno, la avena, el trigo, el centeno, la cebada, el lúpulo, el alforfón, el trébol, la alfalfa, el telefio y la salvia...!"

    Boris Vian - El Arrancacorazones

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  2. Gracias por el jugoso texto Loam. No podría negarse hasta una cierta nobleza de espíritu en esta ocasión!...

    Saludos

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