Carlos Hernández / eldiario.es
"Recientemente, un supuesto historiador ha negado que Millán Astray respondiera
con un “¡Viva la muerte!” y “Muera la inteligencia” al “Venceréis, pero no
convenceréis” que proclamó el intelectual. Basándose en fuentes de parte e
ignorando las pruebas documentales y el testimonio del propio Unamuno, este
“investigador” minimiza el incidente hasta el punto de aseverar que fue “un acto
brutalmente banal, donde se dieron cuatro voces y se despidieron a la salida”.
Este nuevo trabajo revisionista orientado a blanquear el franquismo fue
divulgado, entre otros muchos medios,
por el diario El País como si de una verdad absoluta se tratara, sin
pasarlo por el más mínimo tamiz histórico-científico. El propio periódico tuvo
que rectificar 24 horas más tarde y, unos días después, publicó la argumentada
y documentada réplica de dos de las personas que más han investigado la figura
del inmortal escritor. Colette y Jean-Claude Rabaté desmontaron la tesis
revisionista en solo doce párrafos. Además de recordar que el propio Unamuno
dejó constancia de lo sucedido en varios escritos"
¿Fue
José Millán Astray un golpista? ¿Participó en el golpe de Estado y en la guerra
que acabó con la democracia republicana? ¿Era o no un fascista? Todas estas y
otras preguntas han vuelto al primer plano de la actualidad esta semana, como
consecuencia del blanqueamiento de la figura del polémico militar que están
intentando llevar a cabo diversas asociaciones de exlegionarios y grupos
ultraderechistas. El pasado martes la llamada Plataforma Patriótica Millán
Astray amenazaba a Alejandro Amenábar. El director de cine está rodando una
película sobre Miguel de Unamuno en la que se recreará su tristemente célebre
encontronazo con el fundador de la Legión y los miembros de esta plataforma
quieren que el episodio se narre no como ocurrió, sino como ellos dicen que
ocurrió. Solo 48 horas después de
producirse estas amenazas, un juzgado madrileño anulaba la decisión del
Ayuntamiento de Madrid de retirar del callejero el nombre de Millán Astray. En su sentencia el juez afirmaba, entre otras
cosas, que no existen pruebas suficientes de que el protagonista “participara
en la sublevación militar, ni tuviera participación alguna en las acciones
bélicas durante la Guerra Civil, ni en la represión de la Dictadura". El
tribunal hacía suyo, por tanto, el argumento de las asociaciones de exlegionarios
que han insistido, una y otra vez, en que su ídolo “no era franquista”.
Si
Millán Astray fue o no un héroe es un hecho subjetivo y, por tanto, discutible.
Hoy en día hay miles de europeos que idolatran a Hitler, un importante
porcentaje de camboyanos consideran que Pol Pot fue el mayor patriota de su
historia y no pocos comunistas en todo el planeta consideran admirable el
“reinado” de Josef Stalin. Cuestionar, sin embargo, que el fundador de la
Legión fue fascista, fue franquista y participó activamente en la guerra que
acabó con la República no es solo atentar contra la verdad, sino que supone
cuestionar lo que el propio militar dejó escrito en infinidad de ocasiones.
El
novio de la muerte
Aunque
la carrera militar de José Millán Astray tomó su primer impulso en la guerra de
Filipinas, su consagración llegó en Marruecos con la fundación en 1920 de la
Legión: “Germinó en mí la idea de crear un Cuerpo voluntario, análogo al de
otros ejércitos, —confesaba el entonces coronel en 1925 al suplemento Blanco y
Negro del diario ABC— para lo que fui a Argelia con objeto de estudiar la
Legión francesa”. El periodista reflejó en su crónica cómo el entrevistado
“exáltase al hablar de los legionarios y de Franco, su jefe…”. Así era; ya en
aquel temprano momento Millán Astray admiraba al futuro dictador y se
enorgullecía de estar a sus órdenes en Marruecos.
Siguiendo
el modelo francés, el Tercio se convirtió en el baluarte de un ejército
colonial inmerso en una guerra salvaje contra los rebeldes rifeños. Una guerra
en la que las tropas españolas cortaban cabezas para exhibirlas como trofeos y
en la que utilizaron contra la población civil armas químicas como la
clorociprina o el gas mostaza. Una guerra en la que el espíritu de sus
legionarios se resume en este extracto del libro Diario de una bandera, escrito
por el mismísimo Francisco Franco: "El pequeño Charlot, cornetín de
órdenes, trae una oreja de un moro, "lo he matado yo", dice
enseñándola a los compañeros. Al pasar un barranco vio un moro escondido entre
unas peñas y encarándole la carabina, le subió al camino junto a las tropas; el
moro le suplicaba: ¡Paisa no matar, paisa no matar!
–
¿No matar?, ¡eh!, marchar a sentar en esta piedra, y apuntándole descarga sobre
él su carabina y le corta la oreja que sube como trofeo. No es ésta la primera
hazaña del joven legionario". El prologuista de esta obra era un fiel
admirador de Franco llamado José Millán Astray.
El
golpe de Estado, la guerra y Unamuno
Millán
Astray no se encontraba en España cuando se produjo la sublevación militar
contra la democracia republicana, pero se sumó inmediatamente a ella y jugó un
papel fundamental en la misma. Si Goebbels fue el hombre que construyó una
imagen cuasi divina de Adolf Hitler, Millán Astray trató de hacer lo propio, aunque
con poco éxito, con Francisco Franco. Pocos días después de iniciarse la
rebelión, se instaló en el palacio de Yanduri de Sevilla junto al
“Generalísimo”. Allí comenzó a difundir las grandezas de los golpistas y de su
máximo líder. Franco debió quedar encantado con sus alabanzas porque acabó
nombrándole responsable de la Oficina de Prensa y Propaganda que estableció en
Salamanca. Según atestiguaron diversos corresponsales extranjeros, allí Millán
Astray los llamaba con un silbato y los hacía formar para comunicarles las
“noticias” que llegaban desde el frente. Modales aparte, uno de sus grandes
logros fue crear Radio Nacional de España como principal herramienta de
propaganda de la media España que ya controlaban sus tropas.
Fue
en esta época, el 12 de octubre de 1936, cuando se produjo el choque dialéctico
con Miguel de Unamuno en un acto celebrado en la Universidad de Salamanca.
Recientemente, un supuesto historiador ha negado que Millán Astray respondiera
con un “¡Viva la muerte!” y “Muera la inteligencia” al “Venceréis, pero no
convenceréis” que proclamó el intelectual. Basándose en fuentes de parte e
ignorando las pruebas documentales y el testimonio del propio Unamuno, este
“investigador” minimiza el incidente hasta el punto de aseverar que fue “un acto
brutalmente banal, donde se dieron cuatro voces y se despidieron a la salida”.
Este nuevo trabajo revisionista orientado a blanquear el franquismo fue
divulgado, entre otros muchos medios,
por el diario El País como si de una verdad absoluta se tratara, sin
pasarlo por el más mínimo tamiz histórico-científico. El propio periódico tuvo
que rectificar 24 horas más tarde y, unos días después, publicó la argumentada
y documentada réplica de dos de las personas que más han investigado la figura
del inmortal escritor. Colette y Jean-Claude Rabaté desmontaron la tesis revisionista en solo doce párrafos. Además de recordar que el propio Unamuno
dejó constancia de lo sucedido en varios escritos, aportaban los datos que
demuestran que su enfrentamiento con Millán Astray no fue precisamente banal:
“De serlo, ¿por qué el mismo lunes 12 de octubre por la tarde, unos socios del
casino de Salamanca lo echaron a la calle, convirtiéndolo en un paria, un
«rojo» peligroso? ¿Por qué al día siguiente el Ayuntamiento votó por unanimidad
la exclusión de Unamuno (…)? ¿Por qué el líder falangista de Salamanca,
Francisco Bravo Martínez, informó al hijo mayor de Unamuno de la posibilidad de
«algún incidente desagradable» (…)? ¿Por qué se reunió el claustro de la
Universidad de Salamanca y «retiró por unanimidad la confianza a su actual
Rector», precisando que la Universidad debía «expresar claramente su
colaboración y adhesión al Glorioso Movimiento Nacional?» De serlo, ¿por qué el
general Franco, firmó el 23 de octubre el cese de Unamuno en el cargo de
Rector?”. Demasiadas y muy graves consecuencias para un incidente “banal”.
Fascista
admirador de Hitler, Mussolini y Franco
Mientras
todo esto ocurría en Salamanca, en el frente de batalla la Legión fundada por
Millán Astray importaba a la Península el despiadado estilo de combate
africanista. Saqueos, torturas, amputaciones, asesinatos en masa y violaciones
de mujeres que eran alentadas por sus mandos, tal y como quedó registrado en
uno de los escalofriantes discursos que el general Queipo de Llano pronunciaba
desde Radio Sevilla: “Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado
a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y de paso también
a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y
anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son
hombres y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y
pataleen”.
Millán
Astray siempre expresó una admiración infinita por Franco y por sus métodos
represivos. Una admiración que solo era comparable a la que sentía por otros
dos líderes europeos: Hitler y Mussolini. El fundador de la Legión también
exhibió con orgullo su ideología fascista, su apoyo al “Generalísimo” en la
guerra y su deseo de que en nuestro país triunfara el fascismo. Nadie mejor que
él para resumir su pensamiento:
“La civilización occidental sufre, pero ya
se siente arrepentida. Vive ahora dentro de la expiación de un purgatorio,
elevando sus ojos hacia el Duce, que cada día se va convirtiendo en símbolo, en
puro mito, y asciende su mirada hacia Hitler, que como un vikingo rubio,
sostiene férreamente las bóvedas del orden nuevo y contempla ilusionada al
caudillo Franco. Porque los tres caudillos juntos son quienes representan hoy la
voluntad y la verdad de Dios”.
“Pleno de emoción, escribo estas líneas,
sintiéndome orgulloso de ser español y de ser un soldado que está a las órdenes
de Franco”.
"Franco es enviado de Dios como
conductor para liberación y engrandecimiento de España (…). Su inteligencia es
clarísima, su juicio exacto y atinado, su valor personal es representativo de
la bravura ante el peligro y ante las situaciones que exigen determinación, sea
mediata o inmediata; no vacila y acierta siempre, su cultura
técnico-profesional es completa".
"España pronto tendrá una victoria y
será una merecida victoria fascista. Fascismo, nacionalismo y falangismo son en
el fondo la misma cosa".
“En las tierras yermas, convertidas en
vergel por el esfuerzo titánico del teutón, también por el dedo surgió Hitler,
el Führer. Rompe las cadenas que querían aprisionar a un pueblo guerrero desde
que nació. Reúne también en apretado haz a los alemanes, que son todos soldados
ante el altar de la Patria y el grito de la Independencia. Y comienza la gran
batalla. Y Alemania, colocada en el corazón de Europa, se convierte en colosal
fortaleza inabordable”.
“España, cual Italia, cual Alemania, por ser
un pueblo con hombres con todas las condiciones de los hombres, con cuerpo duro
y alma pura, busca entre ellos mismos su Führer y su Duce, y encuentran aquel
joven gallego que nació al pie de las montañas, desafiando las furiosas olas
del atlántico. Y al contemplar su historia, al ver su fortaleza, al mirar a sus
ojos claros y limpios, le dice en clamor unánime: «Tú eres el caudillo.
nosotros, detrás, y tú nos alineas. ¡Llévanos a la batalla, conducidos por tu
genio guerrero, por tu energía, por tu acierto, por tu fortuna! ¡Echemos de
nuestro suelo al enemigo! ¡Formemos también nuestro Ejército español, y tú,
puesto al frente, levantarás tu espada victoriosa, mirando a oriente, y
saludarás al Duce al Führer ya que tú eres el caudillo!»”.
Después
de leer estos ejemplos y de analizar su intensa vida, lo único que cabría
preguntarse es si el propio José Millán Astray avalaría a aquellos que en estos
días tratan de dulcificar su figura, presentándole como un simple militar sin
vinculaciones ideológicas y emocionales con el que fue su gran trío de héroes:
Franco, Hitler y Mussolini.
Hilari Raguer "La pólvora y el incienso", (pág. 399-400)
ResponderEliminarBORRACHERA DE NACIONALCATOLICISMO
La actitud de la Iglesia española en la posguerra fue de una grave inconsciencia. Me limitaré a algunos ejemplos concretos y significativos.
José Mª de Llanos, siendo estudiante jesuita en Granada, presenció una pintoresca visita del general Millán Astray:
"El entusiasmo ante Millán Astray era común, y el aplauso cerrado. El decía de la pasada cruzada y sus maravillas. Un escalofrío nos sacudía a la abigarrada clericalidad juvenil. El Imperio, según el general, estaba a la mano y constituía un deber. Más de una hora con no sé cuantos gritos y aclamaciones. Había que terminar lanzando los himnos. Primero el de los legionarios; era el suyo, de él; después, brazo en alto, el Cara al sol. Pero tenía que haber más. "Ahora el de vuestro san Ignacio, el capitán; pero también brazo en alto, a lo fascista". Entusiasmo. Por último: "Y ahora, eso que cantáis, que tanto me gusta, eso del amor y no sé qué..., amor y amores... Bueno, pero ¡de rodillas!, brazo en alto". Asombro, pero satisfacción. Cerca de doscientos clérigos, incluídos algunos teólogos de más de sesenta años, se postran, alzan el brazo y, con Millán Astray como primera voz, nos arrancamos fervorosos con el Cantemos el amor de los amores... (...). A su despedida, lo acostumbrado: el teologuillo que se acerca: "Mi general, le vi una vez desde las trincheras, he hecho la guerra durante los tres años, ¡a sus órdenes!" Y Millán, que tira de la cartera y saca mil pesetas -¡de entonces!-: "Toma, para que te emborraches".