La Tierra; el Planeta agua. Para Aristóteles, el origen de la vida se encuentra en el estado de humedad. Refiere al tiempo el de Estagira que "el hombre nada puede aprender sino en virtud de lo que sabe". Al igual que la carga de la prueba no puede ofrecer una respuesta final al
Vitalismo, la ética –alega Hans Küng– ha de poder orientarse también en base a
las necesidades del género humano. ¿Acaso la auto-organización de la
materia o la autorregulación de la evolución resultan en sí conceptos
satisfactorios para toda persona? El autor de ¿Existe Dios? se pregunta si cabe el materialismo filosófico como conclusión satisfactoria respecto a una humanidad que adolece, por regla general, de
las condiciones idóneas para conocerlo. En El principio de todas las cosas, Küng replica al célebre clásico de Jacques Monod apelando a la conveniencia de una cierta conciliación.
"Hace décadas se desató una fuerte controversia entre el Vitalismo –que para explicar la vida, asume la existencia de un elemento no biológico, una fuerza vital creadora, si, una fuerza primigenia que dirige las fuerzas biológicas–, y el mecanicismo materialista, que intenta explicar la vida según leyes puramente mecánicas.
Ya el filósofo atomista griego Demócrito [470-380 a.c] escribió: “todo lo que existe en el mundo es fruto del azar y la necesidad”. Con este lema encabezó también su conocido libro "El azar y la necesidad" el biólogo molecular francés Jacques Monod, para quien todo lo existente es fruto “del puro azar, nada más que el azar, la absoluta y ciega libertad, como cimiento del maravilloso edificio de la evolución”. Polemiza Monod, contra el supuesto de una fuerza o energía evolutiva dada de antemano, capaz de explicar el ascenso de la evolución y de llevar hasta un punto Omega, dejando entrever así la acción de un Dios Creador. Esta fuerza o energía de los vitalistas, derivada de la fe en el progreso del siglo XIX, representa según Monod, una proyección animista, injustificada desde el punto de vista de la ciencia. Monod también polemiza contra una biología meramente materialista que atribuye a la materia eterna una fuerza desconocida y no cognoscible. También esto constituye a juicio de Monod, una proyección animista y un espejismo antropocéntrico incompatible con la ciencia.
La aparición de la vida, o sea, la evolución de la macro-molécula al micro-organismo, sólo es un paso más entre muchos otros, como, por ejemplo, los que llevan de la partícula al átomo, de éste a la molécula, o también los que conducen del organismo pluricelular a la asociación de órganos y, por último al sistema nervioso central del ser humano. ¿Por qué razón deberíamos considerar justo este tránsito de la molécula al organismo unicelular con mayor veneración que cualquiera de los demás? La biología molecular ha puesto fin al plurisecular misticismo de la creación (...) [Pero] ética y conocimiento no deberían yuxtaponerse sin más relación] Igual que las ciencias no pueden ofrecer una prueba de Dios, así tampoco postulan que el ser humano no necesite la fe en Dios. La ética, por mucho que deba estar en armonía con la objetividad y el conocimiento, ha de orientarse más por las necesidades de la humanidad que por el comportamiento de la materia"
"Hace décadas se desató una fuerte controversia entre el Vitalismo –que para explicar la vida, asume la existencia de un elemento no biológico, una fuerza vital creadora, si, una fuerza primigenia que dirige las fuerzas biológicas–, y el mecanicismo materialista, que intenta explicar la vida según leyes puramente mecánicas.
Ya el filósofo atomista griego Demócrito [470-380 a.c] escribió: “todo lo que existe en el mundo es fruto del azar y la necesidad”. Con este lema encabezó también su conocido libro "El azar y la necesidad" el biólogo molecular francés Jacques Monod, para quien todo lo existente es fruto “del puro azar, nada más que el azar, la absoluta y ciega libertad, como cimiento del maravilloso edificio de la evolución”. Polemiza Monod, contra el supuesto de una fuerza o energía evolutiva dada de antemano, capaz de explicar el ascenso de la evolución y de llevar hasta un punto Omega, dejando entrever así la acción de un Dios Creador. Esta fuerza o energía de los vitalistas, derivada de la fe en el progreso del siglo XIX, representa según Monod, una proyección animista, injustificada desde el punto de vista de la ciencia. Monod también polemiza contra una biología meramente materialista que atribuye a la materia eterna una fuerza desconocida y no cognoscible. También esto constituye a juicio de Monod, una proyección animista y un espejismo antropocéntrico incompatible con la ciencia.
La aparición de la vida, o sea, la evolución de la macro-molécula al micro-organismo, sólo es un paso más entre muchos otros, como, por ejemplo, los que llevan de la partícula al átomo, de éste a la molécula, o también los que conducen del organismo pluricelular a la asociación de órganos y, por último al sistema nervioso central del ser humano. ¿Por qué razón deberíamos considerar justo este tránsito de la molécula al organismo unicelular con mayor veneración que cualquiera de los demás? La biología molecular ha puesto fin al plurisecular misticismo de la creación (...) [Pero] ética y conocimiento no deberían yuxtaponerse sin más relación] Igual que las ciencias no pueden ofrecer una prueba de Dios, así tampoco postulan que el ser humano no necesite la fe en Dios. La ética, por mucho que deba estar en armonía con la objetividad y el conocimiento, ha de orientarse más por las necesidades de la humanidad que por el comportamiento de la materia"
- Hans Küng / El principio de todas las cosas