“¿A la cárcel por cantar?” titulaba hace
un mes el New York Times reportando el caso del rapero Valtonyc, huído, al parecer, a Bélgica ante su inminente ingreso en prisión. El magistrado Joaquim Bosch alerta: "La tercera parte del terrorismo que investiga la Audiencia Nacional son tweets, retweets y chistes". Desde las Drag Queens del fastuoso carnaval
canario al más humilde titiritero, nadie está libre de la nueva Inquisición. Tuiteros, raperos, chistosos, actores, iconoclastas de toda índole o las nazarenas del sagrado coño insumiso conforman los nuevos sambenitos de la Justicia española. La misma que parece ignorar demandas de estafados, víctimas del franquismo, precariado, feminazis y
demás unguladas bestias.
Pedro Luis Angosto abunda sobre la alarmante pérdida de los derechos sociales y democráticos en España:
Pedro Luis Angosto / nuevatribuna.es
España vive en un estado de esquizofrenia de difícil tratamiento. Si los dirigentes de los grandes partidos, medios de comunicación, empresas y grupos de presión hubiesen tenido un mínimo de preocupación por el interés general, desde que estalló la gran crisis-estafa del capitalismo, allá por 2008, se habrían desvivido por buscar soluciones a la situación de miles de familias que fueron expulsadas de sus casas por los bancos que fueron parte principal del desastre, por habilitar medios de subsistencia a quienes perdieron su trabajo y han caído en la exclusión social y económica, por encarcelar a los responsables de las entidades financieras y a los políticos que crearon la burbuja inmobiliaria, por allegar fondos para hacer viable el sistema de pensiones, por asistir a los dependientes creando miles de puestos de trabajo de cuidadores a domicilio, por ir sustituyendo las energías fósiles por las renovables, por disminuir la deuda pública mediante ajustes en gastos que no son imprescindibles como la financiación de la Iglesia o el mantenimiento de una banca privada inútil que ha estado a punto de llevarnos al desastre económico más grande de nuestra historia y a la que nadie exige responsabilidades, ni tampoco que devuelva el dinero que se le dio para evitar su quiebra.
Desde hace muchos años sostengo la teoría de que quienes fueron educados por franquistas y mantuvieron esas convicciones con el paso del tiempo, tienen una visión torcida de la realidad. No sólo quienes venían de familias pudientes del régimen, sino también una parte del pueblo que todavía no se ha liberado de los comportamientos autoritarios, serviles, irreflexivos y mecánicos que eran norma para los de abajo en aquel régimen. Por gracia de los pactos de la transición -que fueron oportunos para salir del atolladero final de la dictadura, pero que debieron ser cancelados tras la victoria socialista de 1982- las élites franquistas siguieron detentando todo el poder económico que tenían gracias a la criminal dictadura, pero también consiguieron incrustarse en los nuevos organismos de decisión democrática, maleándolos hasta transformarlos en instrumentos de poder de clase. En vez de adaptarse a los nuevos comportamientos que exige la democracia, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, los hijos de la dictadura consiguieron que las instituciones democráticas se adaptasen a sus intereses, dejándolas, por tanto, en una situación de escasa credibilidad y eficacia democrática que ha sido percibida muy negativamente por la ciudadanía, una ciudadanía que de nuevo -en amplios sectores- vuelve a pensar que todos los políticos son iguales, que quien se mete a política lo hace por lo mismo que lo hizo Zaplana (Don Eduardo), esto es, para forrarse, cosa que a juzgar por lo que dicen los medios tras su detención ha logrado con bastante éxito. La actitud de los políticos franquistas que hoy gobiernan el Estado, la deriva tribal de un sector de la población catalana y sus dirigentes, unido a la inacción de los grandes sindicatos y del Partido Socialista -sumido en un mar de confusiones que lo alejan de su verdadero objetivo raíz-, ha propiciado una desmovilización ciudadana, una desafección tan grande por la “Res Pública” que ha hecho posible que las personas y los grupos con menos preparación y convicciones democráticas se apropiasen de las instituciones democráticas para su personal servicio. En una democracia normal, es inconcebible que un Ejecutivo en minoría, pueda bloquear sistemáticamente las decisiones tomadas mayoritariamente por el Legislativo, que es donde reside la Soberanía Popular, bloqueos que convierte al Congreso de los Diputados en una mera cámara de denuncia sin ningún poder. Del mismo modo, es totalmente antidemocrático que sea ese mismo Ejecutivo el que nombre al Presidente del Consejo General del Poder Judicial y el que involucre al Tribunal Constitucional en cuestiones que son estrictamente políticas. Siendo así, hoy nos encontramos ante una democracia devaluada en la que todas las decisiones son tomadas por el Gobierno sin que ninguno de los otros poderes tengan la más mínima posibilidad de controlar su actuación, sancionarla o declararla ilegaL.
Esa situación, ha llevado a muchos ciudadanos a pensar que esto no tiene arreglo venga quien venga, y a muchos, auspiciados por partidos ultras como Ciudadanos y el propio Partido Popular, a pensar en soluciones de fuerza, en la mano dura para enfrentarse a cualquier disensión que se haga pública y tenga resonancia. Da lo mismo que sea un rapero a quien nadie conocía como Valtonyc que un actor muy admirado y querido como Guillermo Toledo, da igual que se trate de un jornalero como Bódalo que unos titiriteros de cachiporra, un activista como Alfon, los miembros de un piquete informativo de Granada o el Juez Garzón, a quien se aniquiló por intentar acabar con la trama Gurtel y con el oprobio de las decenas de miles de personas que el franquismo torturó y asesinó y que hoy yacen bajo cunetas y tapias de cementerio debido a que la actual democracia devaluada, la que han conseguido construir los partidos dominantes, es incapaz de darles sepultura digna y cerrar de una vez por todas esa tristísima y vergonzosa página de nuestra más terrible historia.
Si ni siquiera son capaces de desenterrar -sabiendo donde están sus fosas- a los miles y miles de represaliados por la brutal tiranía fascista española, ¿cómo les vamos a pedir que no roben, que no den mordidas a los contratos, que no se dejen sobornar por empresarios benefactores de la humanidad, que tengan, siquiera, una chispa de ética? Y si carecen de ética, si su formación franquista y neoliberal les hace ver que tienen derecho a utilizar la política como un instrumento para el ascenso social y adueñarse de lo que es de todos en beneficio propio, ¿Cómo les vamos a exigir que sean demócratas, que se preocupen del interés general -condición sine qua non para que una democracia lo sea de veras-, que no privaticen la Sanidad o la Educación, que creen residencias de ancianos públicas en vez de que lo haga Juan Cotino, que asistan a los dependientes, que respeten la libertad de expresión, que permitan a los jueces impartir Justicia, que hagan leyes para mejorar la vida de las personas, que elaboren una fiscalidad proporcional y progresiva o que no roben? La rana se montó en el escorpión para atravesar el río, y como es natural el escorpión le picó y se la comió. El escorpión, no es culpable, era su condición, sin embargo, la rana no tenía dos dedos de frente.
Todo Régimen y todo Gobierno que ve que peligran sus privilegios mal adquiridos, opta por soluciones de fuerza. La fuerza puede hacer que el perverso orden de cosas imperante dure unos cuantos años más, pero cuando se sustituye el diálogo y la concordia por la represión, cuando a la disensión y a la protesta se le contesta con porras, multas y cárcel, está muy claro que tanto el régimen como el sistema político han entrado en caída libre. No digo que esto sea irremediable, aunque sí deseable, porque el diálogo sincero y concienzudo puede dar lugar a un tiempo de regeneración verdadera, pero para eso no sirven quienes han falseado títulos universitarios, han cobrado porcentajes por las obras públicas que sólo ellos podían adjudicar, se han forrado con los dineros públicos imposibilitando su mejora y extensión, han entregado parcelas importantísimas de la Sanidad y la Educación Públicas a quienes sólo ven en esos servicios un medio para enriquecerse y adoctrinar y, con su actitud y aptitud, han dejado la credibilidad interior y exterior de España y los españoles en los niveles más bajos desde que Franco murió. Vivimos en un Estado de Alerta, próximo al de excepción. No caben silencios, ni mirar para otro lado, ante la corrupción generalizada de un partido, la posibilidad de que otro del mismo corte triunfe en las urnas y la inmensa hipoteca económica que nos dejan quienes mandan, ha llegado la ineludible hora de mojarse. Rajoy no puede permanecer ni un día más al frente del Gobierno, sí lo hace o lo sustituye otro con sus mismos códigos éticos y “democráticos”, España volverá a vivir antes de 1975. Será el fin del Derecho, la Justicia y la Libertad. Cada cual aporte lo que quiera menos el silencio, la indiferencia o la indolencia, las próximas elecciones hay que forzarlas y en ellas mandar a esta gente al sitio que se merecen: El basurero de la historia.
Pedro Luis Angosto abunda sobre la alarmante pérdida de los derechos sociales y democráticos en España:
Pedro Luis Angosto / nuevatribuna.es
España vive en un estado de esquizofrenia de difícil tratamiento. Si los dirigentes de los grandes partidos, medios de comunicación, empresas y grupos de presión hubiesen tenido un mínimo de preocupación por el interés general, desde que estalló la gran crisis-estafa del capitalismo, allá por 2008, se habrían desvivido por buscar soluciones a la situación de miles de familias que fueron expulsadas de sus casas por los bancos que fueron parte principal del desastre, por habilitar medios de subsistencia a quienes perdieron su trabajo y han caído en la exclusión social y económica, por encarcelar a los responsables de las entidades financieras y a los políticos que crearon la burbuja inmobiliaria, por allegar fondos para hacer viable el sistema de pensiones, por asistir a los dependientes creando miles de puestos de trabajo de cuidadores a domicilio, por ir sustituyendo las energías fósiles por las renovables, por disminuir la deuda pública mediante ajustes en gastos que no son imprescindibles como la financiación de la Iglesia o el mantenimiento de una banca privada inútil que ha estado a punto de llevarnos al desastre económico más grande de nuestra historia y a la que nadie exige responsabilidades, ni tampoco que devuelva el dinero que se le dio para evitar su quiebra.
Desde hace muchos años sostengo la teoría de que quienes fueron educados por franquistas y mantuvieron esas convicciones con el paso del tiempo, tienen una visión torcida de la realidad. No sólo quienes venían de familias pudientes del régimen, sino también una parte del pueblo que todavía no se ha liberado de los comportamientos autoritarios, serviles, irreflexivos y mecánicos que eran norma para los de abajo en aquel régimen. Por gracia de los pactos de la transición -que fueron oportunos para salir del atolladero final de la dictadura, pero que debieron ser cancelados tras la victoria socialista de 1982- las élites franquistas siguieron detentando todo el poder económico que tenían gracias a la criminal dictadura, pero también consiguieron incrustarse en los nuevos organismos de decisión democrática, maleándolos hasta transformarlos en instrumentos de poder de clase. En vez de adaptarse a los nuevos comportamientos que exige la democracia, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, los hijos de la dictadura consiguieron que las instituciones democráticas se adaptasen a sus intereses, dejándolas, por tanto, en una situación de escasa credibilidad y eficacia democrática que ha sido percibida muy negativamente por la ciudadanía, una ciudadanía que de nuevo -en amplios sectores- vuelve a pensar que todos los políticos son iguales, que quien se mete a política lo hace por lo mismo que lo hizo Zaplana (Don Eduardo), esto es, para forrarse, cosa que a juzgar por lo que dicen los medios tras su detención ha logrado con bastante éxito. La actitud de los políticos franquistas que hoy gobiernan el Estado, la deriva tribal de un sector de la población catalana y sus dirigentes, unido a la inacción de los grandes sindicatos y del Partido Socialista -sumido en un mar de confusiones que lo alejan de su verdadero objetivo raíz-, ha propiciado una desmovilización ciudadana, una desafección tan grande por la “Res Pública” que ha hecho posible que las personas y los grupos con menos preparación y convicciones democráticas se apropiasen de las instituciones democráticas para su personal servicio. En una democracia normal, es inconcebible que un Ejecutivo en minoría, pueda bloquear sistemáticamente las decisiones tomadas mayoritariamente por el Legislativo, que es donde reside la Soberanía Popular, bloqueos que convierte al Congreso de los Diputados en una mera cámara de denuncia sin ningún poder. Del mismo modo, es totalmente antidemocrático que sea ese mismo Ejecutivo el que nombre al Presidente del Consejo General del Poder Judicial y el que involucre al Tribunal Constitucional en cuestiones que son estrictamente políticas. Siendo así, hoy nos encontramos ante una democracia devaluada en la que todas las decisiones son tomadas por el Gobierno sin que ninguno de los otros poderes tengan la más mínima posibilidad de controlar su actuación, sancionarla o declararla ilegaL.
Esa situación, ha llevado a muchos ciudadanos a pensar que esto no tiene arreglo venga quien venga, y a muchos, auspiciados por partidos ultras como Ciudadanos y el propio Partido Popular, a pensar en soluciones de fuerza, en la mano dura para enfrentarse a cualquier disensión que se haga pública y tenga resonancia. Da lo mismo que sea un rapero a quien nadie conocía como Valtonyc que un actor muy admirado y querido como Guillermo Toledo, da igual que se trate de un jornalero como Bódalo que unos titiriteros de cachiporra, un activista como Alfon, los miembros de un piquete informativo de Granada o el Juez Garzón, a quien se aniquiló por intentar acabar con la trama Gurtel y con el oprobio de las decenas de miles de personas que el franquismo torturó y asesinó y que hoy yacen bajo cunetas y tapias de cementerio debido a que la actual democracia devaluada, la que han conseguido construir los partidos dominantes, es incapaz de darles sepultura digna y cerrar de una vez por todas esa tristísima y vergonzosa página de nuestra más terrible historia.
Si ni siquiera son capaces de desenterrar -sabiendo donde están sus fosas- a los miles y miles de represaliados por la brutal tiranía fascista española, ¿cómo les vamos a pedir que no roben, que no den mordidas a los contratos, que no se dejen sobornar por empresarios benefactores de la humanidad, que tengan, siquiera, una chispa de ética? Y si carecen de ética, si su formación franquista y neoliberal les hace ver que tienen derecho a utilizar la política como un instrumento para el ascenso social y adueñarse de lo que es de todos en beneficio propio, ¿Cómo les vamos a exigir que sean demócratas, que se preocupen del interés general -condición sine qua non para que una democracia lo sea de veras-, que no privaticen la Sanidad o la Educación, que creen residencias de ancianos públicas en vez de que lo haga Juan Cotino, que asistan a los dependientes, que respeten la libertad de expresión, que permitan a los jueces impartir Justicia, que hagan leyes para mejorar la vida de las personas, que elaboren una fiscalidad proporcional y progresiva o que no roben? La rana se montó en el escorpión para atravesar el río, y como es natural el escorpión le picó y se la comió. El escorpión, no es culpable, era su condición, sin embargo, la rana no tenía dos dedos de frente.
Todo Régimen y todo Gobierno que ve que peligran sus privilegios mal adquiridos, opta por soluciones de fuerza. La fuerza puede hacer que el perverso orden de cosas imperante dure unos cuantos años más, pero cuando se sustituye el diálogo y la concordia por la represión, cuando a la disensión y a la protesta se le contesta con porras, multas y cárcel, está muy claro que tanto el régimen como el sistema político han entrado en caída libre. No digo que esto sea irremediable, aunque sí deseable, porque el diálogo sincero y concienzudo puede dar lugar a un tiempo de regeneración verdadera, pero para eso no sirven quienes han falseado títulos universitarios, han cobrado porcentajes por las obras públicas que sólo ellos podían adjudicar, se han forrado con los dineros públicos imposibilitando su mejora y extensión, han entregado parcelas importantísimas de la Sanidad y la Educación Públicas a quienes sólo ven en esos servicios un medio para enriquecerse y adoctrinar y, con su actitud y aptitud, han dejado la credibilidad interior y exterior de España y los españoles en los niveles más bajos desde que Franco murió. Vivimos en un Estado de Alerta, próximo al de excepción. No caben silencios, ni mirar para otro lado, ante la corrupción generalizada de un partido, la posibilidad de que otro del mismo corte triunfe en las urnas y la inmensa hipoteca económica que nos dejan quienes mandan, ha llegado la ineludible hora de mojarse. Rajoy no puede permanecer ni un día más al frente del Gobierno, sí lo hace o lo sustituye otro con sus mismos códigos éticos y “democráticos”, España volverá a vivir antes de 1975. Será el fin del Derecho, la Justicia y la Libertad. Cada cual aporte lo que quiera menos el silencio, la indiferencia o la indolencia, las próximas elecciones hay que forzarlas y en ellas mandar a esta gente al sitio que se merecen: El basurero de la historia.
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